Eligiendo barricas

07th Dic 2018 Caja de uvas, Elaborando

El trabajo no para, y la diversión tampoco, aunque esto segundo es relativo. Como decía Isaac Newton, para estudiar el universo había que sentarse en hombros de gigante. En mi caso podemos hacer una extrapolación, pero quizá se me adapte más el dicho de sarna con gusto no pica. Con esto lo que quiero decir es que es duro, pero disfruto el resultado, incluso el llegar a él. 

Y es que me ha costado encontrar barricas de roble francés para criar el vino. Al final cerca de Illescas, en Toledo, encontré una empresa que acaba de recoger unas pocas, y me reservó algunas. La verdad que muy maja la persona con la que he estado hablando. 

Mis problemas eran la gran cantidad de uva en todas las zonas cercanas, la gente en primavera hace acopio de barricas, y como ha habido tanta, nadie ha revendido. Y yo casi hasta septiembre no era capaz de saber cuánta uva iba a tener. Y el segundo probelma el número de usos. La decisión de por qué las quiero usadas tiene su argumento, y es que hay gente que no termina de entenderlo, parece que debe ser nueva o de dos usos. Y tampoco es eso. 

La experiencia (la madre de la ciencia y la estadística), nos aclara que una barrica de roble francés usada es la que mejor cría la garnacha de la zona, y muchos bodegueros las usan. Es verdad que hay que innovar, pero también las cuestiones económicas hacen que apure y busque. 

Dentro de esa experiencia para tomar la decisión, os hablaré de por qué yo pienso que unas barricas del año 2013 se adaptan bien y criarán el que será un muy buen vino: una vez fermentado alcohólica y malolácticamente el vino, lo estoy dejando decantar en la tinaja de barro. Es un vino fresco y vital, con mucha fruta. Mi idea es que redondee en la barrica, pero que ésta no le aporte mucho sabor a madera, porque no es lo que busco. Busco que el vino te traslade a San Juan de la Nava, que notes su fruta roja, su grado alcohólico, su arándano, su fuerza. No quiero sabores de vainilla, ni canela, ni cuero, busco un pequeño aporte de redondeo, muy leve, sin tostados. De ahí la decisión de unas barricas usadas, que no aporten gran cosa al vino. 

Una cosa esencial antes de comprar es conocer la trazabilidad de las barricas, y desde la empresa me mandaron ésto: Pertenecieron a única bodega de Somontano (sé cual es pero no lo diré) y “han tenido vino destinado a crianza y variedades Syrah, Garnacha, Tempranillo y Cabernet.” Con eso me vale, bien lavadas las barricas me las dieron, y más que las he lavado yo también para quitar sabores. La verdad que me ha gustado la seriedad y la implicación de la empresa.

Quizá en el futuro cambie de opinión, o me decante por otros tipos de crianza vinos y otros tipos de barricas, pero hoy por hoy, es lo busco, porque es lo que me pide mi garnacha.  

¿Y qué es lo que me ha pasado con las barricas?

Pues que me fui a por ellas con mi súper kangoo, y pensé que me entraban todas las que necesitaba, y resultó que no. Y encima me como un atasco de hora y pico… La resignación que tuve que tener fue portentosa, porque la frustración me aumentaba exponencialmente. 

Pero si hubo algo que me cabreó fue la pérdida de líquido de la barrica. Qué mal me sentó. A las once de la noche llenándolas de agua para que se hinchen, y resulta que las p**as jod***as barricas van y pierden líquido. Y algo de nervios sí que perdí, junto a la paciencia de la que hice gala en el viaje a Toledo.

barrica

Os contaría que las puse en medio de la bodega, que las llené de agua, y que cuando empezaron a gotear, tuve que vaciarlas con la bomba, que las tuve que mover de nuevo a la entrada bloqueando la salida para que estuvieran al lado del sumidero, que tuve que volver a llenarlas, que las eché los limpiantes necesarios… Que perdí muchísimo tiempo y me salieron más canas. Pero algún mensaje de guasap a altas horas por suerte contestado me relajó lo necesario. 

Algo que escarmenté, y que no tenía previsto aprender, fue que las barricas, al venir de un lugar muy seco como era el almacén toledano, estaban en sus mínimos de abotagamiento, y la probabilidad de que perdieran líquido era altísima. Así que me armé de estoicismo, las volví a llenar, las mojé bien también por fuera, gasté un metro cúbico de agua, y continué mojándolas bien. 

Y al día siguiente no había rastro de fuga. Que paz sentí entonces. Y que bonitas me parecen ahora. Lo que se aprende en situaciones de mucho estrés en los que tienes que salir adelante o rendirte. Yo soy más de salir adelante, aunque estuve al límite de todo y no sabía donde iba a acabar. 

A algunos les puede parecer magia el hecho de que en cuanto se humedece la madera se hinche. Pero esto es algo que la física y la química explican con sencillez. El cerebro humano y la capacidad de análisis, y el prestar atención a la experiencia de los demás (y la propia) son esenciales. Ahí está la historia para hacerla caso y analizarla. 

Ya soy más feliz. Las cosas seguirán bien. 

Y recuerda, si quieres probar, no dejes de visitar la tienda.