¿Por qué mi vino es caro?
Mientras estaba este fin de semana trabajando en la bodega, una de las cosas que pasaban por mi mente es la frase que me dice alguna gente: “Es que tu vino es caro, hay riojas y riberas con crianzas muy buenos mucho más baratos.” Esa es una verdad incontestable. Y seguramente mejores que un Clemente Peral para muchos paladares. Pero no voy a entrar en los gustos de la gente, ni en valorar si el vino que elaboro es mejor, o más rico, que otros.
Voy a ahondar en el valor de mi vino, y en el trabajo que me lleva elaborarlo. Y es que yo no puedo competir con una bodega industrializada que elabora más de cien mil litros anuales de vino, incluyendo varios tipos con diferentes crianzas, muy diferente poder adquisitivo, y capacidad para pagar sueldos. En esos casos el margen que pueden permitirse por botella es menor, y la propia infraestructura industrial abarata los costes. Y como yo, muchos elaboradores, y no sólo de esta zona de Ávila, no podemos competir con las grandes explotaciones vinícolas de La Mancha, Valdepeñas, Rioja, Extremadura o Ribera del Duero entre otros, nos es imposible. Algunos de ellos pueden vender el litro de vino a menos de un euro. Yo no. Y otros muchísimos viñadores y elaboradores tampoco. Sólo con la vendimia, pagando el jornal y la comida, el transporte de la uva o las cajas, tengo que imputar a cada botella unos cincuenta céntimos.
Lo que yo hago; y otros tantos también, es casi artesano. Si tuviera que imputar a la botella de vino todas las horas, además del material, que invierto, quizá tendría que vender el vino a cerca de treinta euros. Y luego la gente, y sobretodo los entendidillos, me dirían que donde voy.
Si contabilizamos el trabajo en el viñedo, empezando por el principio, tenemos el mantenimiento invernal, el abrir cepas por si están enfermas, el vigilarlas, el valorar si hay que arrancar alguna, si hay que hacer un esfuerzo por mantenerla, injertarla, transplantarla… Son muchas visitas al viñedo en invierno. Y luego viene la poda, que son una tanda de horas, incluyendo la horrible tarea de sarmentar (que es recoger el sarmiento). Luego si toca abonar es otra tarea, y busca abono natural, si es de algún vecino mejor. Después mantén los muros, repón las piedras, poda los árboles y las plantas que crecen sin permiso. Ara la viña, gasta gasolina y esfuerzo en empujar una motoazada, o algún caballo o borrico si eres de los que los utilizan. Yo no, y me gustaría, pero no me llega para mantener un animal. Después desbroza, controla la uva, abre las cepas, sulfata si es necesario, vigila las plagas, vendimia, lleva cajas, tráeteleas, da de comer, paga salarios si puedes, si no tira de voluntariosa gente que te ayude… Sólo con todo ésto ya puedes sumar euros a cada botella. Y no hemos amortizado desbrozadora, hacha, motosierra, motoazada, cajas, tijeras, gasolina, ruedas, motores, etc.
Y junto a todo ésto, solapo las tareas de bodega. Y eso que no he hecho la obra, que eso ya será otro cantar. Las solapo yo y las solapa todo el mundo. Vamos a empezar las tareas limpiando tinajas y depósitos, cuidando las instalaciones, previendo la cantidad de uva a meter, haciendo acopio de barricas, porque hay que renovarlas y son caras, de botellas o de etiquetas, que cuantas más compras, mucho más baratas son, pero cuando sólo necesitas mil o dos mil botellas son muy caras, y tienes que buscarte la vida con otros elaboradores para comprar más barato. Y no serigrafíes corchos, que también se encarecen, y como las botellas y las etiquetas, y las cápsulas si me apuras, también son mucho más caras cuanto menos pidas. A una bodega que produce un millón de botellas al año, cada botella le saldrá alrededor de los diez céntimos de euro. A mí puede llegar a costarme cinco veces más, dependiendo del modelo. Y no vas a comprar un modelo más barato, porque te dicen que vaya mierda de botellas, gástate un poco más y compra una mejor. Me lo han dicho.
Durante los tiempos de guarda, tanto en barrica como en botella, no estás rentando nada. Sólo esperando. Tiempo que sólo ocupas espacio. Tiempo que puedes dedicar a otra cosa, normalmente tareas de campo, pero que limita el trabajo en bodega.
Y ahora nos vamos al trabajo en bodega. Si es duro el trabajo en el campo, ahora viene el trabajar en poco espacio, con los medios que puedes, los míos son muy artesanos. El hecho de que mis medios sean artesanos en parte es decisión mía. Quiero mantener las tinajas de barro de mis abuelos. Podría quitarlas y usar acero. Y podría poner una despalilladora con bomba que suba la uva hasta las tinajas. Podría hacer algunos cambios, pero esos los elijo yo. Y si el vino es como es, es porque quiero que tenga esos matices. Uso despalilladora, y subo la uva y el zumo en cubos a la tinaja. No me gusta la bomba porque no quiero aplastar más la uva. No lo deseo. Y uso tinaja de barro para la crianza y para las fermentaciones alcohólica y maloláctica por el sabor y los matices que generan. No están pintadas, acepto su porosidad, y ayudan a dar ese toque único y especial al vino. Y eso incluye, al no tener puerta las tinajas, sacar a mano toda la uva cuando las fermentaciones acaban desde arriba, y os aseguro que es un trabajo muy duro. Lo hago con gusto, pero tardo un día entero para cada tinaja de mil litros. Contando con la limpieza. Y el dolor de mis músculos es notable.
Aquí sólo cuentan mi pericia, mi fuerza y mi tiempo. Y a mayores mi pasión y mi entrega. Son indispensables para que el vino salga con esa personalidad y esa originalidad. Y todo eso habría que sumarlo al precio final.
Antes, durante y después hay que cuantificar y controlar, es muy importante saber como evoluciona y tomar decisiones. El conocimiento es clave, y eso se gana estudiando, preguntando y trabajando. Ese bagaje tampoco es gratis. Me ha costado mucho. Cierto es que he tenido la suerte de tener gente a mi alrededor que me ha brindado sus conocimientos. Y los vuelco en cada botella. Tanto del trabajo en el viñedo como del trabajo en la bodega. Y eso también debería sumarlo al precio final.
Y cuando ya lo tienes todo hecho, hay que embotellarlo, y esto es otra fiesta de horas de trabajo. El vino ha pasado y se ha controlado en innumerables días en tinajas de barro, en barricas de madera, y en damajuanas de cristal; con múltiples trasiegos con la intención de crear algo tan personal y artesano, que denote el amor y la dedicación. Y todo son horas de trabajo. Tiempo de conocimiento adquirido. De experiencia. De estudio. De contrastar datos. De tomar decisiones. De hacer mucho esfuerzo físico. De dejar de estar con mis hijos para dedicarme a que otros disfruten de esta botella de vino.
¿Es caro mi vino? Yo creo que te estoy obsequiando mi tiempo, mi amor y mi pasión. Mis sacrificios y mis desvelos. Mi esfuerzo. Los diez euros que vas a pagar por un Clemente Peral no compensan económicamente. Pero quizá sí me satisfagan si te gusta este vino y lo disfrutas cuando lo bebes, tanto como yo elaborándolo. Mil gracias.
Creo que muchos elaboradores se sentirán identificados, como yo con ellos. Esto es artesanía, amor y pasión. Por eso lo hacemos. Por eso os lo ofrecemos.