Empezamos las obras
Empezamos las obras.
Para los que hayáis estado ya en la bodega de mi abuelo, habréis visto que aunque pequeña y medianamente bien conservada, necesitaba urgentemente una reforma, máxime si mi intención es hacer vino de forma profesional, con todos los permisos necesarios. El estado real es prácticamente el que dejó mi abuelo hace quince años, con sus vigas de madera, sus tejas puestas casi sin cemento, el altillo de madera, paredes de adobe o sin enfoscar. Y obviamente no es viable trabajar legalmente así, aunque hasta ahora vino he podido hacer, y creo que de gran calidad.
Cuando fracasó la campaña de crowdfunding el año pasado fue un poco deprimente no haber conseguido poder arreglarla. No tengo capacidad económica para hacer frente a una inversión que no iba a empezar a amortizar hasta el tercer año, y los bancos no dan duros a peseta. Así que me resigné. Seguiría trabajando, cuidando la viña, y esforzándome por hacer vino. Entre medias hablaba mucho con Raúl Calle y Laura Piñas, que están en una situación parecida, con los que comparto valores ecológicos y de trabajo de campo, para intentar encontrar un sitio donde elaborar. La persistencia de Raúl es encomiable. Esa idea todavía sigue ahí, pues la bodega de mi abuelo, aunque la quiero y me he jurado hacer vino toda la vida ahí, es obvio que es pequeño como para poder elaborar todo el vino que necesitaría para poder vivir de ello.
Todo cambió cuando mi vino le llegó a un distribuidor, y me aseguró que me compraría toda la producción del 2018. Pues probó el 2017 y le gustó (si es que está muy bueno), y le hice llegar una botella del 2018, aún en barrica. Son unas seiscientas botellas, y con la previsión de hacer unas tres mil para este año 2019, no podía perder la oportunidad de arriesgarme. Moviendo algunos hilos, y con la ayuda familiar, pues se volcaron mis tías y mi madre en que echara andar la bodega, el banco puso el resto (los euros). La vida es una un no parar de pasar trenes, y hay que cogerlos, o no vuelven, o vuelven otros con menos oportunidades.
Una vez que la cuadrilla de San Juan de la Nava podía empezar (intento siempre trabajar con amigos o gente del pueblo, hay que generar riqueza en la zona y en los conocidos), nos pusimos a sacar todo de la bodega, y no fue tarea fácil. El primer día mi amigo Miki me acompañó a sacar todo lo que tenía en el altillo, y que guardé en la bodega de mi tío Julio, que la tengo prestada como almacén. Y nos dimos una buena zurra. El segundo fue una tarea menos dura, pero más larga: con un remolque que me dejó el vecino de enfrente, saqué el vino, las barricas, y un montón de trastos más o menos pequeños con la ayuda de mi tío Miguel y mi padre. El domingo fue una mañana de pánico: había que sacar las tinajas. Me traje a mis amigos Mario y Rubén, además de mi tío Miguel y Julio, el albañil que me está haciendo la obra. Con una camioneta de mi tío Javi, y la impresionante fuerza de Mario, conseguimos sacarlas todas. Fue una mañana de un esfuerzo titánico. Pero cuando ya todo estuvo hecho, por primera vez, al ver vacía la bodega, sentí de verdad que el proyecto empezada a tomar forma, que podía conseguirlo.
Después reuniones y visitas a Sanidad y a Industria, para que el proyecto sea legalmente impecable, y poder cumplir todos los requisitos necesarios, todo estaba preparado para poder empezar el cambio que necesita la bodega.
Mi abuelo era práctico, muy práctico, no así mis tías y mi madre, que tienen cariño a cada taco de madera, y aunque puedo apreciar la belleza de una obra hecha en madera, no puedo permitirme hacer florituras: necesito eficiencia, una obra bien hecha, con materiales de calidad. Y estoy convencido que mi abuelo estaría totalmente de acuerdo. Él era incluso más desprendido que yo. Así que vigas de hierro que mi tío Javi (Elaborados Metálicos Javier Calvo SL) ha hecho, así como la puerta, por fin una de dos metros, y la escalera para subir al altillo. Práctico y estético.
Estoy muy ilusionado, el proyecto está tomando forma, y estoy seguro de que si sigo manteniendo la paciencia, el vino será digno del trabajo de mis abuelos, y que como yo, estaría feliz por mantener la esencia.
Pero esto no es solo el dinero, que obviamente hace mucha falta, ni tampoco solo mis cientos de horas de viñedo y de elaboración en bodega. Es la gente que viene a ayudarme para que consiga que salga adelante: los que levantan cajas, recogen uvas, sarmiento o madera, los que sacan el hollejo de la tinaja, o los que sacan las tinajas de la bodega para volver a meterlas. Sin amigos, esto no sería posible. Mil gracias a todos. Ni con todo el vino del mundo podré pagaros todo lo que hacéis por mí.
Voy a aprovechar a meter una morcilla por aquí, y es que he hablado antes de que es difícil vivir solo con tres mil botellas, más o menos la cuenta sale a veinte mil para vivir de ello, así que he hecho de nuevo una campaña de crowdfunding, esta vez para comprar dos viñedos en estado de abandono, pero que con trabajo son recuperables. En un próximo artículo os hablo de ellas. El dinero está este año para la bodega, y no puedo hacer más inversión, pero vale la pena, y por eso os pido de nuevo ayuda:
Clemente Peral: recuperación de viñas viejunas.
Al fin y al cabo, es como venderos el vino por adelantado. Gracias por leerme. Sed felices y tomad buen vino.